Cuantas
veces nos ocurre que, por alguna razón, nos enojamos con el padre de nuestros
hijos y lo criticamos delante de nuestros hijos. Si bien es válido estar enojados, frustrados,
disgustados con el padre de nuestros hijos, no es apropiado criticarlo o hablar
mal de él delante de nuestros hijos.
Antes que nada, tenemos que saber que el padre de nuestros hijos es una
de las personas más importantes en la vida de nuestros hijos. Criticar al padres de nuestros hijos implica
no estar teniendo en cuenta el lugar que esta persona ocupa en la vida de
nuestros hijos. Este comportamiento es una falta de consideración para con nuestros
hijos. Criticar en este caso es una
conducta egoísta dado que está simplemente actuando desde el deseo infantil de
expresar su frustración sin tener en cuenta el lugar que esta persona ocupa en
la vida de sus hijos. Nuestros hijos,
aunque no lo expresan, sienten que no están siendo respetados cuando un padre
critica al otro.
En general, los padres recurren a criticar al padre de nuestros hijos se sienten dolidos y utilizan este comportamiento como una forma de venganza o forma de castigar a quien los lastimo previamente a ellos. Sin embargo, lejos de impartir justicia, lastiman profundamente a sus hijos causándoles mucho dolor. Este dolor los aleja del padre que critica. Estos niños sienten un desconcierto muy grande al no poder comprender como quién los ama puede llegar a criticar a una de las personas más importantes de su vida. Esta situación, poco a poco, va dañando la relación entre padres/madres e hijos.
En general, los padres recurren a criticar al padre de nuestros hijos se sienten dolidos y utilizan este comportamiento como una forma de venganza o forma de castigar a quien los lastimo previamente a ellos. Sin embargo, lejos de impartir justicia, lastiman profundamente a sus hijos causándoles mucho dolor. Este dolor los aleja del padre que critica. Estos niños sienten un desconcierto muy grande al no poder comprender como quién los ama puede llegar a criticar a una de las personas más importantes de su vida. Esta situación, poco a poco, va dañando la relación entre padres/madres e hijos.
Cuando nos
encontramos en una situación en la que nos reconocemos enojados para con el padre
de nuestros hijos, el primer paso es intentar hacerlo consciente como para no
reaccionar inconscientemente desde aquel enojo.
Cuando reaccionamos, estamos siendo dominados por nuestra emoción. Este tipo de comportamiento es un
comportamiento infantil o inmaduro de una persona que está siendo dominada por sus emociones. Estamos aquí frente a una persona que no es
libre de elegir como actuar, sino que por el contrario, reacciona comportándose
como la emoción del momento lo determina sin medir las consecuencias de este
comportamiento. Con esto no estoy
queriendo decir que no tenemos que enojarnos o frustrarnos o irritarnos con los
padres de nuestros hijos. Las emociones
que sentimos forman parte de quienes somos y son válidas. El problema es que hacemos con estas
emociones. Las personas maduras o con mayor consciencia de sí mismas son más
libres porque pueden elegir que hacer y, en este elegir, pueden evaluar las
consecuencias de sus actos. Las personas
menos conscientes de sí mismas o más infantiles están dominadas por sus
emociones sin poder decidir conscientemente y tienden a reaccionar. Entonces, si somos de esas personas que a
veces reaccionamos y nos comportamos de manera que a veces lastimamos hasta a
las personas que más queremos, el primer paso sería comenzar a prestarnos
atención a nosotros mismos. Cuando nos
encontramos utilizando frases como ‘nunca’ o ‘siempre’ tenemos que hacer una
pausa porque suelen ser indicadores que estamos empezando a estar enojados. Por
ejemplo: “mi marido nunca levanta la mesa” o “el padre de mis hijos siempre los
malcría.” Otras señales de alerta son
frases como por ejemplo: “el papa de mis hijos es un egoísta, es cómodo.” Estas
últimas frases son distintas formas de críticas. En lugar de hablar del otro, es recomendable
hablar de cómo uno se siente.
Concretamente, en lugar de decir “mi marido es un egoísta” decir:
“cuando mi marido se va a jugar al tenis me siento sola” o en lugar de decir
“mi marido es cómodo” podemos decir: “cuando mi marido se pone a mirar TV
siento mucho enojo porque no me siento ayudada con los quehaceres del
hogar. En estos ejemplos no hay crítica
hacia la otra persona sino que estamos expresando nuestro sentir respecto al
comportamiento del otro. Resumiendo,
cuando nos damos cuenta que nos estamos empezando a enojar primero
identifiquemos la conducta de la otra persona que nos molesta. Segundo,
reflexionemos como esa conducta nos hace sentir a nosotros. Por último, podemos
expresar lo que nos pasa.
Ejemplo 1
Conducta del otro: Mira TV cuando yo lavo los platos
Nuestro sentimiento: Enojo
Conducta del otro: Mira TV cuando yo lavo los platos
Nuestro sentimiento: Enojo
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Ejemplos 2
Conducta del otro: Se va a
jugar al golf
Nuestro sentimiento: Triste
Comunicación: “Cuando te vas
a jugar al golf todo el día me siento sola y me da tristeza”
Ejemplos 3
Conducta del otro: No viene
a comer y no avisa
Nuestro sentimiento:
Frustración
Comunicación: “Cuando no me
avisas que no llegas a comer me frustro esperándote y me siento desconsiderada”
Finalmente,
es muy común que los padres discutan delante de sus hijos y la reconciliación
es son posterioridad cuando los niños no están presentes. Los niños viven la pelea, la tensión, el
enojo quedándose con el sabor amargo de la discusión. Este clima que los padres crearon en el
ambiente los inunda de desconcierto, dudas, preguntas, incertidumbres, miedos. Es importante que los padres sean conscientes
que han generado este clima en el ambiente.
Una vez que los padres se han reconciliado es importante que se lo
comuniquen a sus hijos de forma de transmitirles que ya el clima es otra vez de
armonía. Al hablar con sus hijos
comunicándoles que los padres lograron entenderse es importante darles espacio
a los niños para que hagan sus preguntas.
Los padres debieran tomarse el tiempo necesario para atender cada una de
sus preguntas de sus hijos de forma de mitigar los miedos o incertidumbres que
les pudieron haber quedado luego de haber visto y sentido la tensión entre las
dos personas más importantes de sus vidas.
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