El estrés
no nos permite disfrutar el momento presente. El estrés es una separación entre
mente, cuerpo y emociones. Por ejemplo, cuando estamos físicamente en nuestra
casa, pero nuestra mente está pensando en un proyecto laboral que tenemos que entregar y nuestras emociones están
sintiendo preocupación porque nuestros hijos no estudian lo suficiente. La realidad
es que los padres solemos vivir en este estado de partición interna. El diario vivir nos genera estrés: el
trabajo, las finanzas, las relaciones, y hasta los niños. Los niños se manchan, tiran cosas, ensucian,
se golpean y todas estas demandas pueden ser fuentes de estrés. Con lo cual, el objetivo no sería intentar
eliminar el estrés de nuestras vidas sino aprender a manejarlo. Para ello, tenemos que ser conscientes que
estamos estresadas. No podemos cambiar
lo que desconocemos. Tenemos que
ejercitar nuestra autobservación para darnos cuenta cuando estamos estresados. Si nos observamos nerviosos, malhumorados, comiendo por demás o muy poco,
durmiendo por demás o muy poco, inquietos, mordiéndonos las uñas, fumando,
bebiendo, es muy probable que estemos estresados. En ese momento, lo aconsejable es hacer una
pausa para traer a la consciencia nuestro estado de partición interna. Una pausa puede ser darnos un baño de
inmersión, retirarnos a nuestro cuarto un momento para estar tranquilos, dar
una caminata por el jardin, realizar respiraciones profundas.
Durante el momento de pausa, vamos a observar la agitación de nuestro
cuerpo, la velocidad de nuestros pensamientos y la intensidad de nuestras
emociones. Solo esta observación nos va
a ir tranquilizando poco a poco. Dicho de otro modo, nos va a ir integrando
nuevamente: trayendo cuerpo, pensamientos y emociones al momento presente: que
será el agua donde nos estamos dando el baño de inmersión, nuestro cuarto, los árboles del
camino, o nuestra respiración entrando y saliendo de nuestro cuerpo.
Una vez que estamos siendo conscientes de nuestro estado de estrés, tenemos que comunicarlo a nuestros hijos. Cualquiera sea nuestro estado emocional, nuestros hijos nos perciben estresadas. Nuestros hijos son como esponjas que perciben todo lo que pasa a su alrededor. Puede que no entiendan o no sepan qué es lo que estan percibiendo pero sí perciben le energía armoniosa o tensa. Cuando estamos estresadas, nerviosas o enojadas, transmitimos esto al ambiente y nuestros hijos lo sienten. Tenemos que comunicarles lo que nos pasa así ellos pueden entender lo que esta pasando. Si no le comunicamos a nuestros hijos lo que nos pasa corremos el riesgo que hagan sus propias interpretaciones. El riesgo con las interpretaciones es que pueden no ser adecuadas o, peor aun, pueden explicar el por qué de un ambiente tenso culpándose a ellos mismos: “yo pongo nerviosa a mi mama" o ""mi mama no me quiere.” No queremos que nuestros hijos lleguen a tener ninguno de estos pensamientos. Lo último que queremos que ocurra es que nuestros ninos se hagan responsables de nuestro estado de ánimo. Para evitar esta confusion, podemos decirles por ejemplo: “Estoy nerviosa porque hoy tuvo un día muy difícil en el trabajo. No es por nada que tu hayas hecho.” Esta comunicación libera a los niños de una carga muy pesada que pueden estar sosteniendo y que no les pertenece.
Una vez que estamos siendo conscientes de nuestro estado de estrés, tenemos que comunicarlo a nuestros hijos. Cualquiera sea nuestro estado emocional, nuestros hijos nos perciben estresadas. Nuestros hijos son como esponjas que perciben todo lo que pasa a su alrededor. Puede que no entiendan o no sepan qué es lo que estan percibiendo pero sí perciben le energía armoniosa o tensa. Cuando estamos estresadas, nerviosas o enojadas, transmitimos esto al ambiente y nuestros hijos lo sienten. Tenemos que comunicarles lo que nos pasa así ellos pueden entender lo que esta pasando. Si no le comunicamos a nuestros hijos lo que nos pasa corremos el riesgo que hagan sus propias interpretaciones. El riesgo con las interpretaciones es que pueden no ser adecuadas o, peor aun, pueden explicar el por qué de un ambiente tenso culpándose a ellos mismos: “yo pongo nerviosa a mi mama" o ""mi mama no me quiere.” No queremos que nuestros hijos lleguen a tener ninguno de estos pensamientos. Lo último que queremos que ocurra es que nuestros ninos se hagan responsables de nuestro estado de ánimo. Para evitar esta confusion, podemos decirles por ejemplo: “Estoy nerviosa porque hoy tuvo un día muy difícil en el trabajo. No es por nada que tu hayas hecho.” Esta comunicación libera a los niños de una carga muy pesada que pueden estar sosteniendo y que no les pertenece.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario